Gracias a Bea Fadón conocimos la obra del escultor de la naturaleza británico Andy Goldsworthy, protagonista del excelente documental Ríos y Mareas. El impacto que nos ocasionaron sus montajes fue instantáneo. Por un lado nos transmitía la grandeza de expresar el sentimiento artístico sólo con elementos naturales. Y por otro mostraba cómo el arte es más bien una actitud, y no tiene mayor importancia que la obra sea efímera. Hojas colocadas de determinada manera en el suelo del bosque que se volarán tarde o temprano, esculturas de témpanos de hielo que se deshacen al amanecer, roca molida que dibuja espirales en los remolinos del arroyo según es arrastrada por la corriente, estructuras geométricas constituidas por innumerables piedrecillas que derrumban las mareas,...
Inspirados por este mago de la vivísima naturaleza muerta, hemos levantado sobre el muro del aparcamiento una estrella de piedra con el corazón limpio, vacío, que invita a la fuga necesaria que seguramente exista en el mismísimo centro de todo.
Recuerda también la estrella a los espejos de cornucopia que el abuelo Amancio regaló a cada uno de sus hijos, y que ahora, llegado a nuestra mano, disfrutamos en la casa de arriba.
Hemos utilizado piedras de grauvaca, un tipo de pizarra que se formó hace unos 500 millones de años, después de los cuales fueron ordenadas por manos humanas que construyeron un muro que acabaría cayendo. Nosotros hemos recogido esas piedras de nuevo y las hemos colocado utilizando la técnica de "piedra seca", según la cuál no se usa ningún tipo de argamasa ni cemento.
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